domingo, 15 de abril de 2012

"El corazón de una mujer es un profundo océano de secretos"


Hoy se cumplen 100 años del Hundimiento del Titanic, una tragedia que se llevó 1517 vidas. Entre la tragedia, una mujer destacó.

Margaret Brown, conocida como Molly o Maggie Brown, fue una de las sobrevivientes de la tragedia.

A los 18 años, en 1885, se traslado a Leadville, Colorado, Estados Unidos, donde un año después se casó con Joseph Brown. Conocido como J.J., era un hombre emprendedor que se había criado a sí mismo, muy lejos del prototipo de hombre con el que ella planeaba casarse: un rico. Declaró que «Quería a un hombre rico, pero amé a Jim Brown. Quería comodidad para mi padre y me había propuesto permanecer soltera hasta encontrar a un hombre que nos pudiera proporcionar todo eso que necesitábamos [...] Jim era tan pobre como nosotros y no teníamos ninguna posibilidad en la vida de ir a mejor. Fui fuerte y luché en esos tiempos. Amé a Jim, pero él era pobre. Finalmente me convencí que estaría mejor con un hombre pobre que me gustase, que no con un rico que sólo me atrajera por su dinero. Así pues, me casé con Jim Brown».

En Leadville inició su lucha por los derechos de la mujer, ayudando a establecer el capítulo del National American Women's Suffrage Association. La perseverancia y trabajo de su marido rindió frutos, adquirieron fortuna y se trasladaron a Denver, donde se hizo socia fundadora del Club de la Mujer de Denver, cuya misión era la mejora de la vida de las mujeres a través de la educación continuada y la filantropía. Hizo muchos esfuerzos para que se le admitiera en la alta sociedad de Denver.

En 1901, fue una de las primeras estudiantes para matricularse en el Instituto de Carnegie (Nueva York). Brown se introdujo en las artes y consiguió fluidez con el francés, el alemán y el ruso.

En 1912 acompañaba a un matrimonio amigo por un viaje por Europa, y fue así como se embarcó en el Titanic. Sobrevivió al ser embarcada en el bote salvavidas no. 6, destacando por el liderazgo tomado haciéndose cargo del mismo.

Ese bote estaba preparado para 65 pasajeros, sin embargo sólo subieron a bordo 21 mujeres, 2 hombres y un chico de doce años. Mientras arriaban los botes Molly contempló con horror como el agua brotaba de una grieta en el lateral del barco. Las últimas órdenes que recibieron del Capitán Smith eran de “remar hacia la luz y de mantenerse juntos.” Mientras el bote se alejaba se dieron cuenta de que no había ninguna luz. Molly deslizó el pesado remo de madera con la ayuda de otra mujer y las dos remaron juntas. “Cuando nos alejábamos del barco, oímos disparos. Luego nos dijeron que eran los oficiales que disparaban mientras arriaban los botes para evitar que los pasajeros de las plantas bajas saltaran a ellos y los hundieran. Otros decían que eran las calderas.”

Molly podía oír todavía ladridos de perros y llantos de niños a lo lejos. Quería creer que también los habían subido a los botes salvavidas. Finalmente los llantos cesaron y se escucho un gran estruendo al estallar las calderas y todo el contenido del barco se deslizo a un lado. 

De repente se hizo una grieta en el mar y la espuma rodeo el barco como si fueran brazos gigantes y la nave desapareció de nuestra vista.” Los ocupantes del bote de Molly permanecieron en silencio en medio del shock. Quisieron volver para rescatar a las personas que habían quedado en el agua, pero el contramaestre Hutchens dijo que eran sus vidas las que estaban en peligro ahora y que las víctimas que se ahogaban volcarían el pequeño bote intentando subir para salvarse. Con reticencias, las mujeres volvieron a los remos mientras escuchaban los gritos desesperados que venían del mar. Continuaron remando cuatro horas más viendo ocasionalmente destellos de bengalas que disparaban desde los otros botes. A las cuatro y media de la mañana Molly vio un destello de luz. Era el Carpathia que se acercaba. Tras subir a bordo les dieron café caliente mientras escudriñaban la cubierta buscando rostros familiares.

Molly, aunque estaba dolorida, cansada y muerta de frío, se dispuso a ayudar. Su conocimiento de idiomas le permitió consolar a los supervivientes que no hablaban inglés. También busco por todo el barco mantas y comida para las mujeres que dormían en el comedor y en los pasillos. Confeccionó una lista de supervivientes que se envió por radio a sus expensas. Molly se dio cuenta de que muchas de las mujeres lo habían perdido todo; maridos, niños, ropa, dinero y objetos de valor y que encima se disponían a comenzar una nueva vida en otro país. Antes de que el Carpathia llegara a Nueva York recaudó 10.000 dólares para las víctimas más desfavorecidas entre los pasajeros de primera clase. El Carpathia atracó en el muelle 54 de Nueva York donde una multitud de 30.000 personas esperaban. Molly fue rodeada por periodistas y al preguntarle qué fue lo que la ayudo a sobrevivir respondió; “la suerte típica de los Brown, somos insumergibles.”

Su fama como superviviente del Titanic le ayudó a promover los temas por los que ella había estado luchando, los derechos de los trabajadores y las mujeres, la educación y la alfabetización de los niños y su histórica preservación. Durante la Primera Guerra Mundial, estuvo trabajando con el comité Americano para la Francia devastada. Reconstruyó áreas que habían quedado arrasadas y ayudó a los soldados franceses y americanos. Fue condecorada con la legión de honor francesa poco antes de su muerte. Durante los últimos años de su vida fue actriz. Murió de un tumor cerebral el 26 de octubre de 1932, a los 65 años. 

En la película Titanic fue interpretada por Kathy Bates.

 
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